Dudando de la duda hicimos de la certeza el mayor axioma.
El oleaje arrojó sus sucias algas a la sedosa orilla del mar,
cristales de botellas sin fondo fueron zarandeados por la marea.
La oscuridad todo lo abarcó desatando la ira inquebrantable,
cada paso forzó a que la otra pierna se afianzara hacia delante.
Una línea más bastará para entender la imposibilidad de comprender
la certeza, de que la sucia marea llegó zarandeando mi vida, entre la oscuridad de la inquebrantable duda que avanzó afianzando un pie sobre el retroceso anterior.
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