Caminé lentamente. Mis pasos eran pesados, tranquilos, descompasados... Sentía que me acercaba al final. Pese a la lentitud de mi cuerpo, mi mente se aceleraba más y más, cada vez una nueva imagen pasaba por mi cabeza. Unos minutos antes me había sentido la mujer más desdichada del mundo, pero en ese mismo segundo me sentía a punto de estallar a gritar, a punto de atravesar el Támesis a nado en un abrir y cerrar de ojos, a punto de montar en el London Eye y saltar desde lo más alto sin hacerme ningún rasguño en la caída... Pero la dicha no duraba mucho, pues al minuto siguiente de nuevo sentía ese escalofrío en mi cuerpo que reflejaba mi inseguridad, mi miedo...
Ahora lo tenía ahí, al final de Brompton Road.
Paseé al lado de los brillantes escaparates de Harrods, la Navidad estaba cerca y cada escaparate era aun más sublime que el anterior, la noche estaba marcada por la melodía de "For Elise" de Beethoven, que podía escucharse a través de los altavoces del gran centro comercial. El ambiente no podía ser más idóneo, el momento no podía parecer más preparado para la ocasión, la gente caminaba feliz, los chiquillos les gritaban a sus padres lo que querían por Navidad, las familias paseaban tranquilas con sus abrigos atados hasta el cuello. Hacía mucho frío pero el lugar era tranquilizante, atrayente, podría incluso decir que intentaba decirme algo, quizá intentara decirme que ése era el momento, que lo peor había concluido, que lo mejor estaba por llegar. No podía sacarme de la cabeza las suaves notas de la melodía de Beethoven... Una y otra vez las escuchaba repiquetear en mi mente, una tras otra, una tras otra... Me embargaron las ganas de coger un piano, de comenzar a tocarla incluso sin saber nada absolutamente de piano, ni de solfeo... En mi mente se comenzaron a dibujar las notas... Mi mente cada vez reproducía la melodía más rápidamente, una nota cabalgaba sobre la otra, incluso se confundían entre sí... La melodía pareció convertirse en una de esas canciones que ponen en las películas justamente cuando ocurrirá algo malo, algo que asustará... No lo pensé, ¡Sólo comencé a correr! Parece que este era otro de esos momentos en los que la angustia me abrazaba, la inseguridad me ataba a sí misma con sus esposas, el miedo se apoderaba de mi mente, robaba mi dulce melodía y la hacía parecer cada vez más grave, cada vez más fuerte, cada vez más desgarrante... Sigo corriendo por la ciudad... Atropello a esa gente afable que se dirige a visitar el precioso Londres de noche, una noche fría pero tranquila, tranquila para todos menos para mí... Los niños se asustan al verme correr de ese modo y se abrazan a sus padres, los perros se apartan gruñendo, no sé a dónde me dirigo, no sé a dónde estoy yendo.... llego al final de la calle, no sé a donde dirigirme, pero mi cuerpo actúa mucho más rápido que mi mente, corro y corro hacia delante, sorteo los coches, y ya al otro lado de la calle, me paro. Mi mente se relaja, los acordes de la melodía vuelven a sonar lentos, acompasados, con su ritmo habitual. Mi mente recobra la claridad, yo no debería estar allí, ¡Él me estaba esperando!
Hacía años que no le veía, nuestra única comunicación en los últimos años había sido gracias al e-mail, pero ahora estaba allí... y yo no quería ver por qué, no quería reconocer que un viaje desde Madrid a Londres no se hacía en vano, aun sentía ese miedo que él tuvo la capacidad de producirme siempre, esa inseguridad que él plantó en mí, y que regó para que creciera... Pero ya todo había cambiado, todo había acabado, ahora por fin podría ser lo que siempre esperé, lo que parece, que siempre esperamos, y sin embargo... no podía... no me atrevía a girar, no me atrevía a volver a la puerta del grandioso centro comercial, donde debería verle, donde debería esperarle, pues como de costumbre, nunca llegaba a la hora...
De repente algo perturbó mis pensamientos... Sentí como unos ojos se clavaban en mi nuca. Yo aun seguía mirando hacia delante, tenía detrás a Brompton Road, y con ella a Harrods, pero sentí algo, sentí alguien detrás de mí, no quería girarme, me daba miedo, de nuevo la melodía de "For Elise" comenzó a acelerarse en mi mente, pensé que estaba loca, pensé que de nuevo iba a salir corriendo sin rumbo, pensé que nunca tendría que haberme acercado hasta allí... pero súbitamente unos brazos me estrecharon por detrás, un escalofrío quiso recorrer mi cuerpo pero al instante noté que me sentía protegida, olí de nuevo su perfume, no lo había olvidado desde la última vez, desde aquel último día que me despedí de él con dos simples besos en la mejilla, sentí que era él, le escuche respirar y con eso me bastaba, no me hizo falta darme la vuelta para saber que mis mejores deseos se habían cumplido y que mis peores miedos habían sido enterrados para siempre, no me hacía falta girarme para saber que ese sería el mejor momento de mi vida.
La ciudad iluminada, los coches cruzando de un lado a otro, la gente alborotada, las luces de Navidad parpadenado en la noche... y él y yo de pie, en medio de la calle, sin movernos... le agarré las manos, era él, por supuesto que era él... "Pequeña... ¡Te quiero, y siempre te he querido, nunca dejé de hacerlo!" me susurro al oído. Me giré y lo abracé, ni siquiera pude mirarle a los ojos, ni siquiera pude ver su cara, no podía separarme más de él, no podía alejarme de sus brazos, pues ahí estaba. Después de años de incertidumbre, después de mil momentos de pensamientos contradictorios, después de que 100 amigos se cansaran de escuchar mis delirios... ¡Por fin! ¡Por fin se había cumplido, por fin estaba conmigo! Nos pasamos así unos minutos que para mí parecieron segundos, sentía una inmensa felicidad que me alejaba del mundo. Nos separamos, nos miramos a los ojos con una expresión seria, una expresión de añoranza, de pura felicidad, con un brilla en los ojos... una expresión de deseo, ambos empezamos a reir como locos, estaba claro, ambos manteníamos las mismas dudas, los mismos sueños, los mismos deseos, ambos habíamos sido unos incomprendidos... Y así, en el centro de Londres, nuestros labios se unieron para no decir ni una sola palabra más... "Te adoro".
http://www.youtube.com/watch?v=HjeuxlTj3IA
sábado, 21 de noviembre de 2009
viernes, 6 de noviembre de 2009
Ven, Acércate.
Hoy es un día de tantos, un día extraño de extraños pensamientos, extrañas conversaciones sin respuesta a la luz de un flexo brillante y penetrante cuya luz odio, nada encaja en una tarde como esta, aun cuando todo está desordenado, aun cuando nada está en su lugar.
Todo me resulta extraño, pero probablemente nada lo sea. Hoy es una de esas tardes en las que la única compañía posible son las sábanas de una insultante cama con las mantas patasarriba. Uno de esos días lluviosos en los que la imaginación se hace con el poder de la habitación. Nada parece ahora lo que me parecía ayer. Todo cobra un nuevo significado. Mi mente se despega de mi.
De repente me parece ver una neblina que cubre toda la habitación, los sueños embriagan el lugar, la duda parece llegar arrastrando todo a su paso. Un constante repiqueteo en el cristal de mi balcón hace que abandone las calientes sábanas de mi morada, se ha hecho de noche. Salgo al balcón entre un mar de gotas de lluvia que caen lenta e inocentemente sobre la ciudad. A lo lejos aparece una luz brillante, magnifica, arrebatadora... pero dolorosa, aterradora... pues es seguida de un penetrante estruendo que recorre las vacías calles de la ciudad. Mi balcón no está resguardado, la lluvia comienza a mojarme, mi cuerpo se estremece ante el frío mezclado con el vaiven de luz e inmenso ruido, pero allí me quedo, paralizada, sin poder entrar de nuevo en mi habitación, que ahora parece lejana, cálida e inalcanzable.
Mi cuerpo parece estar sostenido mágicamente, no responde a mis mandatos, no se mueve... Sin embargo, allí continuo, el día más triste parece traer consigo los recuerdos más alegres, las añoranzas más profundas, los deseos más fervientes.... Recuerdo esas mañanas en las que me despertaban tus caricias, tus suaves besos en mi oreja, tus dulces palabras, tus calidos brazos estrechándome fuertemente contra ti en esa cama en miniatura en la que apenas cabíamos los dos. Mi mente se llena de imágenes cómicas, esos momentos en los que no sabía que decirte, en los que no sabía como actuar, en los que me quedaba paralizada hasta que tú me llamabas.... "Ven, acércate¡!" Recuerdo esas tardes en aquel patio, esas charlas interminables que hacían que me perdiera en tu mundo, que perdiéramos las horas dándonos cuenta de que la noche había pisado nuestra tarde, para dirigirnos a tu casa, a dormir juntos mientras intentábamos hacer como que no había ningún problema. Pero ambos sabíamos lo que nos esperaba. Era difícil salir impune de ese sentimiento, era imposible salir impune de ese dolor embriagador que se empeñaba en interponerse entre ambos.
Ahora, cada vez que pienso en ambos, agarrándonos fuertemente, recorriendo las calles de la ciudad iluminada, un relámpago ilumina mi pensamiento, pero un estridente trueno aleja de mi toda la alegría, atrae el dolor, me desgarra el alma, no fuiste tú, no fui yo. ¿Qué hacer cuando nadie tiene la culpa? ¿Qué hacer cuando no eres tú el que puede cambiarlo? Ahora nada que ocurra podrá hacer retroceder el tiempo, y es que, ni siquiera retrocediendo podríamos volver a comenzar. Esto es algo más grande que nosotros, algo más fuerte, una cadena que nos ata de pies y manos, una dura cadena que nos retiene. Y ahora, en la soledad de la noche giro mi mirada, veo mi cama, mi habitación sigue pareciendo la cálida habitación de la que salí, pero ahora algo la tiñe de un negro sedoso.... Todo lo que en ella está me recuerda a ti, las sábanas que antes dejaba que me abrazaran en las amargas noches como esta, los atuendos que solía ponerme cada mañana para sentirme mejor, la decoración que recorre cada una de las paredes, eso que tú siempre utilizabas al salir de mi casa, y ¡cómo no! eso que siempre utilizabas al entrar. Ahora todo eso me parece demasiado lejano, demasiado irreal. Quizá nunca pueda volver a ser así, quizá nunca vuelvas a usarlo, quizá todo me recuerde a ti sin la posibilidad de acercarme. Y sé que nadie tiene la culpa, nada podemos cambiar por el momento. Sé que puedo esperar, que puedo intentarlo, pero las horas se convierten en días, y los días en meses... A veces siento que no me queda paciencia, cada trueno de la noche me lleva un pasito más hacía la desesperanza, la tormenta se acrecienta. La lluvia cae ahora con fuerza, sigo en el balcón, las velas de mi habitación tintinean ignorantes. Yo sigo paralizada en mi balcón del sexto piso.
Mi mente da vueltas cuan cacerola hirviendo, llena de recuerdos, aliñados con desesperanza y con un humeante vapor de decepción. Miro hacia abajo, las luces de la calle se habían apagado, únicamente quedaba una, una luz solitaria que se apagaba y se encendía, una luz que parecía reflejar mi estado de ánimo durante los últimos meses, una luz que parecía llamarme... De repente la música se dejó de escuchar, las cálidas luces de mi habitación se apagaron ante mis ojos, el olor a incienso desapareció por completo, la lluvia seguía cayendo, pero los truenos parecían cada vez más lejanos. Cerré los ojos, ya no era capaz de ver los brillantes relámpagos, ni las pocas estrellas que intentaban hacerse un hueco en el cielo ocupado por las nubes. Sentía como caía. El aire rozaba mi cuerpo, el frío cortaba mi magullada piel. Mi pelo volaba lentamente hacia arriba, mis manos no se alargaban para resguardarme, poco a poco veía como se acercaba esa única farola titubeante de la calle de abajo, sentí dolor, sentí amor, sentí desesperación, sentí que debí decírtelo, que debía llamarte... Y una lágrima salió de mis nublados ojos, una lágrima que cayó antes que yo, llegó al mojado suelo antes que mi inerte cuerpo. Mi alma ya se había ido, se sintió liberada. La farola dejó de iluminar la calle por completo. Esta vez no volvería a encenderse. De repente te ví junto a mí, sentí como me cogiste y me elevaste mientras todo lo demás caía.
Y Aunque ya nada fue así, al menos ese fue el último dulce sueño antes del último amargo adiós.
Todo me resulta extraño, pero probablemente nada lo sea. Hoy es una de esas tardes en las que la única compañía posible son las sábanas de una insultante cama con las mantas patasarriba. Uno de esos días lluviosos en los que la imaginación se hace con el poder de la habitación. Nada parece ahora lo que me parecía ayer. Todo cobra un nuevo significado. Mi mente se despega de mi.
De repente me parece ver una neblina que cubre toda la habitación, los sueños embriagan el lugar, la duda parece llegar arrastrando todo a su paso. Un constante repiqueteo en el cristal de mi balcón hace que abandone las calientes sábanas de mi morada, se ha hecho de noche. Salgo al balcón entre un mar de gotas de lluvia que caen lenta e inocentemente sobre la ciudad. A lo lejos aparece una luz brillante, magnifica, arrebatadora... pero dolorosa, aterradora... pues es seguida de un penetrante estruendo que recorre las vacías calles de la ciudad. Mi balcón no está resguardado, la lluvia comienza a mojarme, mi cuerpo se estremece ante el frío mezclado con el vaiven de luz e inmenso ruido, pero allí me quedo, paralizada, sin poder entrar de nuevo en mi habitación, que ahora parece lejana, cálida e inalcanzable.
Mi cuerpo parece estar sostenido mágicamente, no responde a mis mandatos, no se mueve... Sin embargo, allí continuo, el día más triste parece traer consigo los recuerdos más alegres, las añoranzas más profundas, los deseos más fervientes.... Recuerdo esas mañanas en las que me despertaban tus caricias, tus suaves besos en mi oreja, tus dulces palabras, tus calidos brazos estrechándome fuertemente contra ti en esa cama en miniatura en la que apenas cabíamos los dos. Mi mente se llena de imágenes cómicas, esos momentos en los que no sabía que decirte, en los que no sabía como actuar, en los que me quedaba paralizada hasta que tú me llamabas.... "Ven, acércate¡!" Recuerdo esas tardes en aquel patio, esas charlas interminables que hacían que me perdiera en tu mundo, que perdiéramos las horas dándonos cuenta de que la noche había pisado nuestra tarde, para dirigirnos a tu casa, a dormir juntos mientras intentábamos hacer como que no había ningún problema. Pero ambos sabíamos lo que nos esperaba. Era difícil salir impune de ese sentimiento, era imposible salir impune de ese dolor embriagador que se empeñaba en interponerse entre ambos.
Ahora, cada vez que pienso en ambos, agarrándonos fuertemente, recorriendo las calles de la ciudad iluminada, un relámpago ilumina mi pensamiento, pero un estridente trueno aleja de mi toda la alegría, atrae el dolor, me desgarra el alma, no fuiste tú, no fui yo. ¿Qué hacer cuando nadie tiene la culpa? ¿Qué hacer cuando no eres tú el que puede cambiarlo? Ahora nada que ocurra podrá hacer retroceder el tiempo, y es que, ni siquiera retrocediendo podríamos volver a comenzar. Esto es algo más grande que nosotros, algo más fuerte, una cadena que nos ata de pies y manos, una dura cadena que nos retiene. Y ahora, en la soledad de la noche giro mi mirada, veo mi cama, mi habitación sigue pareciendo la cálida habitación de la que salí, pero ahora algo la tiñe de un negro sedoso.... Todo lo que en ella está me recuerda a ti, las sábanas que antes dejaba que me abrazaran en las amargas noches como esta, los atuendos que solía ponerme cada mañana para sentirme mejor, la decoración que recorre cada una de las paredes, eso que tú siempre utilizabas al salir de mi casa, y ¡cómo no! eso que siempre utilizabas al entrar. Ahora todo eso me parece demasiado lejano, demasiado irreal. Quizá nunca pueda volver a ser así, quizá nunca vuelvas a usarlo, quizá todo me recuerde a ti sin la posibilidad de acercarme. Y sé que nadie tiene la culpa, nada podemos cambiar por el momento. Sé que puedo esperar, que puedo intentarlo, pero las horas se convierten en días, y los días en meses... A veces siento que no me queda paciencia, cada trueno de la noche me lleva un pasito más hacía la desesperanza, la tormenta se acrecienta. La lluvia cae ahora con fuerza, sigo en el balcón, las velas de mi habitación tintinean ignorantes. Yo sigo paralizada en mi balcón del sexto piso.
Mi mente da vueltas cuan cacerola hirviendo, llena de recuerdos, aliñados con desesperanza y con un humeante vapor de decepción. Miro hacia abajo, las luces de la calle se habían apagado, únicamente quedaba una, una luz solitaria que se apagaba y se encendía, una luz que parecía reflejar mi estado de ánimo durante los últimos meses, una luz que parecía llamarme... De repente la música se dejó de escuchar, las cálidas luces de mi habitación se apagaron ante mis ojos, el olor a incienso desapareció por completo, la lluvia seguía cayendo, pero los truenos parecían cada vez más lejanos. Cerré los ojos, ya no era capaz de ver los brillantes relámpagos, ni las pocas estrellas que intentaban hacerse un hueco en el cielo ocupado por las nubes. Sentía como caía. El aire rozaba mi cuerpo, el frío cortaba mi magullada piel. Mi pelo volaba lentamente hacia arriba, mis manos no se alargaban para resguardarme, poco a poco veía como se acercaba esa única farola titubeante de la calle de abajo, sentí dolor, sentí amor, sentí desesperación, sentí que debí decírtelo, que debía llamarte... Y una lágrima salió de mis nublados ojos, una lágrima que cayó antes que yo, llegó al mojado suelo antes que mi inerte cuerpo. Mi alma ya se había ido, se sintió liberada. La farola dejó de iluminar la calle por completo. Esta vez no volvería a encenderse. De repente te ví junto a mí, sentí como me cogiste y me elevaste mientras todo lo demás caía.
Y Aunque ya nada fue así, al menos ese fue el último dulce sueño antes del último amargo adiós.
jueves, 5 de noviembre de 2009
"Preaviso"
13 de junio de 2009
Lejos de todo te pones a pensar, tu mente sucumbe a los más fervientes deseos, y sin embargo te das cuenta de que tan solo son eso, ¡Simples deseos! Caricias que emanan de un sentimiento vacío, un soplo de aire recorriendo tu piel mojada, un penetrante abismo a la luz de la vela más candente. Pero no consigues ir más allá, no consigues materializarlo, no consigues agarrarlo entre tus dedos y mantenerlo a tu lado. Pese a todo, sabes que peleaste, luchaste por ello, pero siempre te quedará la duda... ¿Y si no hice todo lo que pude? ¿Y si aun tenía ante mi un largo camino de innumerables baches, repleto de vaivenes, sobre los cuales tendría que mostrar mi valía? Y poco a poco... en la inmesidad de la soledad, te das cuenta de que así es, nunca haces todo lo posible, te rindes y no lo ves, te caes, y crees que solo te agachaste, te sientes perdido, y crees que un mapa te ayudará a encontrate, y sin embargo, no lo viste. No fuiste capaz de avanzar en la oscuridad del temible bosque, no fuiste capaz de dar un paso adelante sin saber cual de los baches te repostaría menor daño, no te arriesgaste, no confiaste en que ese ser con garras podría cambiarlas por delicada seda, no confiaste en el abrazo de la locura, pero tampoco lo hiciste en ti mismo.
Sientes como te alejas de la realidad, te evades, tu mundo es ahora aun más oscuro si cabe, pero por fin, ves un brillante rayo de luz al fondo. Ahora sabes que ese roce de aire en tu piel mojada no era tan efímero, te das cuenta de que con un movimiento, con un desvío de tu mirada, con el puño cerrado, hubieras convertido esa caricia en un movimiento lleno de sentimiento, hubieras podido sentir, que ese soplo de aire no era tan solo eso, sino una respiración caliente pegada a tu nuca, y así, nunca hubieras desistido, pues por ardúo que fuera el camino, siempre estaría contigo, siempre sentirías su tacto en tu mejilla, siempre sentirías las cosquillas que recorren tu cuerpo cada vez que roza tu cabello.
10 de enero de 2009
-¡Ey, corre, levántate! Tenemos que ir a la biblioteca, te quedaste dormida leyendo en el sofá.
-¿Qué...? Pero... Estamos en vera-...
-¿En verano dices? jaja Ya me gustaría a mí... ¡Estarías soñando! ¡Corre, te estamos esperando!
-Em... voy, aunque más que un sueño, parecía ser un aviso...
-¿Un qué? ¿De qué estás hablando? Creo que sigues un poco dormida, ve a la lavarte la cara a ver si te despejas....
Lejos de todo te pones a pensar, tu mente sucumbe a los más fervientes deseos, y sin embargo te das cuenta de que tan solo son eso, ¡Simples deseos! Caricias que emanan de un sentimiento vacío, un soplo de aire recorriendo tu piel mojada, un penetrante abismo a la luz de la vela más candente. Pero no consigues ir más allá, no consigues materializarlo, no consigues agarrarlo entre tus dedos y mantenerlo a tu lado. Pese a todo, sabes que peleaste, luchaste por ello, pero siempre te quedará la duda... ¿Y si no hice todo lo que pude? ¿Y si aun tenía ante mi un largo camino de innumerables baches, repleto de vaivenes, sobre los cuales tendría que mostrar mi valía? Y poco a poco... en la inmesidad de la soledad, te das cuenta de que así es, nunca haces todo lo posible, te rindes y no lo ves, te caes, y crees que solo te agachaste, te sientes perdido, y crees que un mapa te ayudará a encontrate, y sin embargo, no lo viste. No fuiste capaz de avanzar en la oscuridad del temible bosque, no fuiste capaz de dar un paso adelante sin saber cual de los baches te repostaría menor daño, no te arriesgaste, no confiaste en que ese ser con garras podría cambiarlas por delicada seda, no confiaste en el abrazo de la locura, pero tampoco lo hiciste en ti mismo.
Sientes como te alejas de la realidad, te evades, tu mundo es ahora aun más oscuro si cabe, pero por fin, ves un brillante rayo de luz al fondo. Ahora sabes que ese roce de aire en tu piel mojada no era tan efímero, te das cuenta de que con un movimiento, con un desvío de tu mirada, con el puño cerrado, hubieras convertido esa caricia en un movimiento lleno de sentimiento, hubieras podido sentir, que ese soplo de aire no era tan solo eso, sino una respiración caliente pegada a tu nuca, y así, nunca hubieras desistido, pues por ardúo que fuera el camino, siempre estaría contigo, siempre sentirías su tacto en tu mejilla, siempre sentirías las cosquillas que recorren tu cuerpo cada vez que roza tu cabello.
10 de enero de 2009
-¡Ey, corre, levántate! Tenemos que ir a la biblioteca, te quedaste dormida leyendo en el sofá.
-¿Qué...? Pero... Estamos en vera-...
-¿En verano dices? jaja Ya me gustaría a mí... ¡Estarías soñando! ¡Corre, te estamos esperando!
-Em... voy, aunque más que un sueño, parecía ser un aviso...
-¿Un qué? ¿De qué estás hablando? Creo que sigues un poco dormida, ve a la lavarte la cara a ver si te despejas....
Matriz Hipercompleja
Camino lentamente por las calles de Londres, atravieso un puente sobre el Támesis, que de repente se vuelve pequeño, insignificante... y sin embargo, navegan bajo él, gran cantidad de navíos de gran tonelaje. Continuo caminando sin rumbo alguno y paso al lado de una estación que sin duda me parece la de Brompton Road. De repente ante mi aparecen ellos. Me encuentro con mis amigos a los que hace 7 meses que n veía, aquellos a los que deseaba ver casi más que ninguna otra cosa en el muundo. Abrazos interminables, lágrimas de emoción, comenzamos a hablar sin parar, cada uno ardía en deseos de contar como había pasado sus meses lejos del resto. Sus historias eran maravillosas, habían conseguido notas impresionantes en sus estudios, tenían un trabajo perfecto, habían encontrado al amor de su vida... Sin embargo yo...
Los dejé hablar mientras me contagiaban su alegría, y llegamos al barrio de Nothing Hill. Entramos en una de las cafeterías más lujosas de Londres, mi amigo nos invitaría a té y café, después arrasamos las tiendas, y compramos miles y miles de golosinas para la fiesta que celebraríamos esa noche, para celebrar nuestro reencuentro. De repente pasamos al lado de una tienda en la que estaban expuestos antigüedades y fetiches negros, todo cambio, me vi reflejada en el cristal del escaparate, estaba sola, mi cara estaba roja del frío que reinaba en el triste Londres, mis ojos estaban llorosos, mis manos tembablan... Pero aun así, mi cara, incomprensiblemente reflejaba una profunda sonrisa.
Oía gritos, la gente corría de un lado a otro, una avalancha de agua cayó sobre mí, pero yo no sentí nada, no conseguí ver nada excepto esas antigüedades en las que me estaba reflejando, un grito en mis oídos hizo que me estremeciera; "Ya no me escribes, ya no me llamas." Nada pude contestar, no tenía palabras... Pero reconocí al instante esa penetrante voz, ¡Era él!
La muchedumbre continuaba gritando "¡La nieve obstaculiza las calles!" Pero yo no conseguí ver esa nieve. Sin embargo sentí la brisa del mar, sentí el calor del sol rebotando en mi piel, el tacto de la arena en mi espalda... Traté en vano de cruzar la calle, cambiar de sentido, girar mi vida, cambiar de dirección... Pero un hombre me agarró con fuerza del brazo, "Son las 3 de la tarde, es demasiado pronto para eso." De nuevo no supe reaccionar pero entendí completamente lo que me quiso decir, pues también pensé que sería demasiado tarde para el resto, y es que estaba tratando con una "Matriz Hipercompleja".
Los dejé hablar mientras me contagiaban su alegría, y llegamos al barrio de Nothing Hill. Entramos en una de las cafeterías más lujosas de Londres, mi amigo nos invitaría a té y café, después arrasamos las tiendas, y compramos miles y miles de golosinas para la fiesta que celebraríamos esa noche, para celebrar nuestro reencuentro. De repente pasamos al lado de una tienda en la que estaban expuestos antigüedades y fetiches negros, todo cambio, me vi reflejada en el cristal del escaparate, estaba sola, mi cara estaba roja del frío que reinaba en el triste Londres, mis ojos estaban llorosos, mis manos tembablan... Pero aun así, mi cara, incomprensiblemente reflejaba una profunda sonrisa.
Oía gritos, la gente corría de un lado a otro, una avalancha de agua cayó sobre mí, pero yo no sentí nada, no conseguí ver nada excepto esas antigüedades en las que me estaba reflejando, un grito en mis oídos hizo que me estremeciera; "Ya no me escribes, ya no me llamas." Nada pude contestar, no tenía palabras... Pero reconocí al instante esa penetrante voz, ¡Era él!
La muchedumbre continuaba gritando "¡La nieve obstaculiza las calles!" Pero yo no conseguí ver esa nieve. Sin embargo sentí la brisa del mar, sentí el calor del sol rebotando en mi piel, el tacto de la arena en mi espalda... Traté en vano de cruzar la calle, cambiar de sentido, girar mi vida, cambiar de dirección... Pero un hombre me agarró con fuerza del brazo, "Son las 3 de la tarde, es demasiado pronto para eso." De nuevo no supe reaccionar pero entendí completamente lo que me quiso decir, pues también pensé que sería demasiado tarde para el resto, y es que estaba tratando con una "Matriz Hipercompleja".
Suscribirse a:
Entradas (Atom)