Acorralada. Tus oídos susurran. Gritas al aire. El pulso se acelera. Se acerca. Sin voz, se lo dices, sólo quería olvidar. Se ríe. Te echa. No le importó. Juego de niños, respondió. Días sin abrir los ojos. Pasado. El tuyo. Lloraste sin razón te dijo. Corriste lejos. Para no volver dijiste. El corazón se ralentizaba. Ya no estaba ardiendo, se congelaba. Duro como una piedra, la sangre ya no conseguía que latiera. Frío. Tus ojos miel se ennegrecieron. Como el azabache tu alma. Ya no corres. Te sientas. Tus piernas tiemblan. Tus venas se transparentan cada vez a través de tu fina piel. Te miras. Tu pelo. Tus manos. Tus pies. Tu cuerpo. Las piernas que agarraba para desgarrar. El pecho que mordía hasta doler. Te miras. Retrocedes. Tú no te equivocaste. Es un ser sin alma. Intensa, dura de sentir. Vuelves. Tu piel clara siente el viento como si cortarla quisiera. Tu pelo se congela a cinco grados bajo cero. Pero corres. El viento silba en tus oídos. Ya no piensas. No paras. Llegas a su casa, su portal, su puerta, llamas, entras sin hablar, pasas a su habitación, lo empujas en la cama, le gritas, le gritas una y otra vez, está debajo de ti. Tu mente sobresale su pequeño pensamiento. Puede masticar tu cólera. Tus labios rojo ardiente. El tacto de tu piel fugaz. Se intenta levantar. Te toca. Todo es extraño. Te duelen sus caricias. Te da miedo su tacto. Huyes de su olor. Sigues gritando. Ya no dices nada. Escuchas. Escuchas su respiración, cada vez más acelerada. No puede hablar. No sabe qué decir. Él lo hizo. Peor que tú. Tu miedo a su dolor, fue una carcajada ante el tuyo. Tú sufrías por acercarte a la tentación. El tentó y no siente dolor. No es un monstruo. Es una persona sin corazón. Lo regaló, tiempo atrás. Pero no a ti. Le duele tu voz. Le duelen tus ojos negros clavados en su boca incapaz de moverse. Le duele su humillación. Le duele que te escuchen. Le duele el dolor. Pero no tú. No siente engañarte. No siente jugarte. No quiere mantenerte. Ya te alejó. Pero tú ganaste. Tú lo viste. Él no dijo nada, no fue capaz de hablar, no pudo llorar, ni reír. No pudo gritar, ni disculpar. Lo descubriste. Y ya sólo le dolía algo. Algo que regalo. No podías volver en su ayuda. No podías creerle. No podía dolerle el corazón ahora, ahora que sabes que lo regaló. Latía tan fuerte que se paró. Ahora grito. Grito por fin. Por último. Por siempre. Y para nunca.
viernes, 6 de enero de 2012
jueves, 5 de enero de 2012
Si las manos hablaran....
Sólo quería agarrar sus manos, esas que nunca le habían mentido, ésas que siempre le habían dado su calor. Porque cuando sus labios decían "ya no te quiero", pero sus ojos se enmudecían de lágrimas, ella no sabía cual de las dos señales creer, y sólo tenía que tocar sus manos, sus nerviosas manos temblaban ante ella, latían al compás de un corazón guiado por una voz errante.
Él quiso eliminar el dolor de ella alejándola de su lado, pero sus manos sus manos fueron las que la ataron con él, sabiendo que ese dolor sería más grande sin su calor.
Eso aprendí.
Hubo un momento en el que el año no tenía estaciones, los días ya no tenían horas, los lunes eran iguales que los viernes. Hubo un momento donde las carreteras no tenía kilómetros, tampoco millas, los billetes de viaje no costaban dinero, ni tenían destino. Hubo un momento en el que ese "erase una vez" que todos hemos escuchado tantas veces, significa a la vez el principio y el final, pues yo ya no escuchaba erase una vez, sino "erase un fin".
Fue un momento donde las sonrisas se escondían, los ojos no miraban hacia delante, y las lágrimas se empeñaban en no salir. Los sentimientos se ocultaban bajo una máscara sin expresión, bajo una mirada sin brillo.
Confundida, vagaba con mi abrigo de piel en mis tardes de verano, y descalza pisaba la nieve del invierno. No sentía calor, tampoco frío, no sentía dolor, tampoco miedo, se me olvidó reír, y ya no se escuchaba el latir del corazón.
Nada tenía sentido si no tenía lo que durante tiempo ansíe.
Hubo un día que las palabras enjauladas quisieron salir, pero mi voz estaba perdida, mis gritos inaudibles rompieron mi cabeza, y de mi estado de letargo me hicieron salir.
Comprendí entonces que necesitaba volver a ti, que lo que nos separa no es el miedo, la tristeza, la ira, la rabia, el dolor, no, quién nos separa somos nosotros, y nuestra poca fuerza para agarrarnos al mundo girando.
Comprendí también que si te dejas oír te escuchan, que si quieres una mano tendida sólo has de mirar a sus ojos, que si necesitas calor a tu lado sólo has de arrimar tu hombro.
Y ese día entendí que no podía seguir escondiéndome, que no podía salir corriendo, que no podía seguir caminando con el único acompañante de mi sombra en el suelo.
Lo que necesitas muchas de las veces, es sólo confianza en ti, para hacer todo aquello que tus emociones negaron, cerrándole la puerta a los sentimientos, dándole un portazao incluso al dolor. Vive para ti, y no olvides escucharte, escuchar tus deseos, y necesidades, y cúmplelos! ¡Siempre!
Aprendí entonces, que hasta de los finales puedes reírte, pues pueden no serlo tanto.
Eso aprendí.
miércoles, 4 de enero de 2012
NO SOY UNA INOCENTE.
Dicen que soy una inocente, que no sabe que me mientes, que no sabe mirar en tus ojos.
Dicen que soy una ingenua, que no sabe seguirte, y ver que hasta tu propia sombra escondes.
Dicen que me engañas y me ocultas, que me mientes, y me entierras, que me juegas, y mis alegrías robas.
Pero lo que no saben es que lo sé, que juego en el mismo juego que tú, que somos diferentes a todos e iguales entre nosotros, que nadie más sabe por qué camino nos deslizamos, que disfrutamos sin comprender, que comprendemos disfrutando. Que estamos más cerca de entendernos, y más lejos de mentirnos que cualquiera de ellos que tras sus máscaras se esconden para aparecer reales ante los demás, que no nos gustan los actores, detestamos las corazas y nuestras máscaras lejos ya lanzamos.
ESPÉRALA
Después de tantos años, después de tantas experiencias, llega alguien que te demuestra que sabes tanto de amor como de mecánica cuántica. Ese alguien, esa persona, es la que merece la pena, que ha de robar tus gritos de dolor y prenderlos con fuego, la que rociará con agua dulce tus amargas lágrimas, la que congelará por siempre tus sonrisas. Ésa será la persona que te abrazará mandando su orgullo a la mierda.
Y pese a que el otoño se alejó, llevándose con él tus lágrimas caídas que ahora el invierno congela en un deseo de fuga, la primavera llegará... Espérala.
Hollywood tiene la culpa
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