Tengo miedo. Miedo de tenerte y no tenerte. Miedo de pensar demasiado. Miedo de pensar que no es pensar. Miedo de correr calle abajo y no encontrarte. Miedo de no abrirme. Miedo a que no te abras. Miedo de abrirme demasiado. Tengo miedo del despertador. Miedo a acabarme mi paquete de galletas. Miedo a encender la televisión sola en el sofá. Miedo a que explote mi ordenador. Tengo miedo a volar y no parar en tu estación. Miedo de que vueles en otra dirección. Miedo de cruzar la calle sin ti. Miedo de saltar a la otra acera y caerme en el salto. Tengo miedo de chocarme con ella. Miedo de conducir hacia ningún lugar. Miedo del miedo a la soledad. Miedo de hundirme intentándolo, y miedo de que tú no lo intentes. Miedo de perseguirte, y nunca hallarte. Miedo de que me persigas sin intención. Miedo a que me arrastre un vendabal. Miedo a no poder andar. Tengo miedo a que mi recta se vuelva curva. Miedo de no medir lo suficiente. Miedo de colgar antes de tiempo, o de llamar cuando no debo. Miedo a la espera, y miedo a perderte por no esperar. Miedo de hacerlo, pero aun más de no hacerlo. Miedo a una sábana fría. Miedo a la manta sobre el suelo. Miedo al agua fría de la ducha, y a las gotas que de la bañera no se escapan. Tengo miedo del café solo.
Tengo miedo del miedo.
Miedo del miedo que me da que me de miedo.
Y lo repito... Tengo miedo del miedo... Miedo de ti, miedo de mi, miedo de ser, y que no seas, tengo miedo... mucho miedo...
Repítelo tú, pues si aun no lo viste, de tanto repetir que repito que tengo miedo, esa palabra repetida su sentido pierde, y ya no sé decir lo que tengo pues el miedo ya no es ni miedo, ni nada. El miedo es, lo que no es.
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