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sábado, 5 de diciembre de 2009
Carpe Diem
¿Por qué siempre nos emepñamos en buscar el motivo por el que el resto de la gente hace lo que hace? ¿ Por qué pensamos que cualquier cosa que nos digan tiene que tener una impliación más allá de las meras palabras? ¿Por qué le buscamos interpretaciones a todas las miradas? ¿Por qué intentamos hacer las cosas que le gustan al resto? ¿Por qué no hacemos lo que nos sale del corazón, y hacemos lo que esperamos que tenga un efecto en el otro?
No sólo es que con tanta estrategia no consigamos lo que queramos, sino que dejamos de actuar libremente, estamos encarcelando a nuestros impulsos, atando nuestra vida a las reacciones del resto, cegando nuestros ojos ante las miradas, amarrando nuestros deseos y sublenvándolos a los deseos de quien está en frente.
Caminando por la calle... miles de personas apelotonadas ante el paso de cebra de la calle más concurrida de la ciudad, a punto de saltar corriendo en cuanto una luz verde comience a brillar, nadie se fija en quien está a su lado, todos juntos y sin embargo tan separados, notando su respiración cerca, y olvidando que fue así a los dos minutos. Miradas furtivas ante el cruce con otras personas, murmullos en la cabeza que nunca saldrán de ahí. La luz se pone verde y todos cruzan en pelotón, todos se desvían, cada uno se dirige a su destino, y sin embargo, incluso así, tú en tu cabeza estás pensando cómo debes actuar, que no puedes hacer en una calle concurrida de gente aun cuando nunca viste a esa gente, aun cuando no los volverás a ver nunca, pero actuas para dar una imagen de ti que quieres dar, para mostrarte tal como quieres que ellos te vean. ¿Eres tú?
Tan simple y tan complejo. Rodeado y vacío. Pero... ¿Y cuándo quién está a tú lado sí es una persona importante para ti? ¿Cómo actuamos entonces? ¿Somos verdaderamente nosotros?
Igual que en la concurrida calle, intentmos parecer quien queremos ser, y peor aun, intentamos ser quien la otra persona quiere que seamos. Intentamos gustarle, atraerle, hablamos de los temas que él espera escuchar, comentamos las jugadas que sabemos que le atraerán, pero... esto se acaba. Nunca podemos intentar por mucho tiempo ser alguien que no somos. Estamos encarcelándonos, y al final hemos de salir. No tenemos tanto control, no somos siempre tan racionales. ¡Y menos mal! Por fin seremos nosotros, por fín actuaremos como de verdad queríamos, gustaremos a la gente por lo que somos, y no por lo que intentamos ser. La primera impresión cuenta demasiado, por eso buscamos gustarle, pero eso se convertirá en frustración si luego no somos así realmente. ¿Por qué no hacemos en cada momento lo que nuestro cuerpo nos pida? ¿Por qué no gritamos sin ningún motivo, tan solo porque queramos escuchar nuestra voz? ¿Por qué no corremos entre la multitud cuando todos andan a un ritmo acompasado, solo porque queremos diferenciarnos del resto? ¿Por qué no hacemos esas cosas en el centro de la ciudad, que sí hacemos cuando estamos con alguien, y que nos parece impensable hacerlo solos?
¿Por qué no vivir unidos y a la vez individuales? ¿Por qué no ser como somos en cualquier momento?
Dejemos de buscar las explicaciones a todo lo que el otro haga, vivamos cada momento como si fuera el último, porque el carpe diem no ha de quedarse en una frase histórica, hagamos lo que deseemos, gritemos, saltemos, digamos lo que realmente queramos decir, séntemonos en frente y comencemos a hablar. ¡No hemos de medir cada una de nuestras palabras, dejemos que nuestros sentimientos guien nuestras frases, dejemos que sean ellos quien hablen, actuen y vivan por nosotros, con nosotros, y para nosotros!
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