Pero si es la misma piedra preciosa,
que ha perdida su brillo, pues envuelta en una capa de polvo está,
que ha perdido su dueño, pues desamparada en la lejanía de un arduo camino hallada fue.
Que ya no es resplandeciente, ni tampoco altiva,
no está cuidada, ni protegida,
no es cara, ni poderosa, y tampoco temida...
Ni DESEADA, ni ANHELADA, ni VENERADA, ni AMADA será.
¿Qué es lo que deseamos entonces?
¿Qué es lo que realmente ven nuestros ojos cuando creen mirar la simplicidad de la realidad?
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